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Gran Medicina

El Chamán se lleva
los venenosos yuyos a la boca.
Sus verdes gargajos,
poderosos, fosforescentes,
brotan entre rezos, de su boca carcomida,
llenos de canto.
Se gasta las manos eléctricas,
la lengua azul,
la voz, tragando,
buscando la hierba medicinal
que calme por fin sus pasiones.
El recuerda a la cabra
que vive sólo de hierba y viento.
Sin nada más,
con nada menos.
Sabe que la Gran Medicina
ha sembrado la planta
que apague su hambre,
cure la enfermedad
derrote a la muerte.
El Chamán rumia
al lado de su cabra.
Ella, con la calma del que ha encontrado,
él, ávido, como todos los hombres
buscando un milagro.

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