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Daniel

Hay un edificio gris
en algún barrio en serie
del color de un televisor apagado
asediado por nieve plomiza
a la vista de árboles raquíticos
y autos oxidados
Inmóviles.
Estoy arrodillado, agotado.
El kimono blanco
pesa de tanto sudor.
Una gota me cae por la cara
y en un momento solo existen
esa gota que rueda
y el corazón que golpea exitado.
Abro los ojos,
Y me doy cuenta de que casi alcancé algo.
Casi.
Daniel está leyendo.
Usa su voz de poeta
en la que se mezclan
la tristeza de las ciudades muerta
y la calma cansada pero emocionante
de la divinidad.

Luana 2 (Para Ara)


La peatonal
el doctor al lado mío,
siniestro ejemplo de hombre.
La veo mirando un vestido,
me ojea
experta jugadora de truco
y me deja con el brillo del piercing
el pelo chicle
quemándome las mejillas.
Es medio blanda, dice el doctor.
Es hermosa, contesto,
con ese aire de pony
es perfecta.
Sonríe el psiquiatra,
filosofo pastilla en mano:
vos no apreciás a la mujer
amás sólo el símbolo,
la versión amputada,
el punk lobotomizado
amputado de su contenido.
Pensá en lo que hay debajo
de la capas de maquillaje
de los aros reglamentarios.
Que te queda de ella
si le sacás los tartanes y los volados.
Si te la levantás
y por azar acaban mirándose desnudos
solo hay una nena más
la esterilidad de un tubo de ensayo
la carne arañada por la crianza,
basta doctor, digo,
mirando el brillo de sus hebillas nerviosas.
Si usted me dice que debajo de eso no hay nada
entonces tendré que cogérmela vestida.

Luana (respuesta al post de Ara)


La estoy por ver en el bar al que siempre voy cuando tengo plata. Me gusta jugar de local, es más cómodo, las mozas me conocen, me entienden casi. Entro, las chicas abren la puerta de bronce y miro mi reflejo en el piso negro y pulido antes de saludarlas con la cara que pongo cuando salgo. La veo sentada en una esquina. La reconozco por las fotos de su Facebook. Fotos retocadas, estudiadas, que describen la especie a la que pertenece, su anatomía y su hábitat. Pero que no la describen a ella, no al ejemplar, a su vida, a las secretas evoluciones de sus pensamientos. Fotos hechas para agradar mostrando una vida sin vida, como un libro sin palabras. Me sonríe y la forma en que tiene su cigarrillo, o su pelo orto me recuerda a otra chica que conocí hace ya tiempo. Con vos las cosas también van a acabar mal. Terminaremos peleando por alguna pavada, hartos el uno del otro, o algunas mentiras se meterán en tu cabeza y acabarás odiándome. Antes de eso, tendremos una etapa donde estaremos totalmente corteses, y vamos a hablar de libros y películas y de lo que sea menos de nosotros.  Luego yo me refugiaré en el trabajo y vos te irás con otro que te banque los vicios y las historias. El perfume me envuelve como una manta ambarina que intento sacarme de encima antes de sentarme porque hace calor y no quiero más abrigo. Pero se convierte en bufanda y en soga y amenaza con ahorcarme. Charlamos estupideces toda la noche. Yo ya te conozco. El conocimiento es poder, escóndelo bien. Simulo sorpresa cuando revelas lo que se supone es secreto, pero en Córdoba la noche siempre sabe todo y siempre acaba contándolo para matar el aburrimiento. No, no sabía que fueras adicta a los analgésicos, no sabía que habías estado detenida hace poco. Sí, conozco tu banda, un grupo interesante de fracasados. Me podés agarrar del brazo. Hay cierta elegancia en caminar así, hasta tu departamento cuidadosamente desordenado. Departamento de estudiante desordenada y adicta, pienso cuando entro: pocos muebles, muchos libros y discos repartidos y bandejas de delivery a medio terminar. Tenías un gato, él también huyó de vos. A la larga todos huyen de vos. Sos demasiado intensa, vivís demasiado rápido, te quemás muy deprisa. Y no nos animamos a quemarnos con vos.
Sí, me voy a quedar a dormir, no me voy a escapar. Que no me voy a escapar. Te miro medio en la oscuridad, el pelo corto, el piercing en la nariz, los expansores.  El pelo de varios colores mezclados, brillante en la oscuridad, la boca que aletea mientras roncás. Te acaricio el rostro. Un auto hace vibrar las ventanas
Sos hermosa y te voy a amar con locura, me digo. Lástima que vamos a acabar mal.

100 metros llanos


Se preparan los corredores,
arrodillados como rezando en la línea de largada.
el disparo los libera de la calma
y él corre, solamente corre.
tan rápido que atrás quedan todos,
tan rápido que atrás quedan el hambre, la pobreza, la guerra
tan rápido que nos brillan los ojos
y no podemos creer que sea hombre.
tan rápido.
La carrera termina, Bolt ha vuelto a ganar.
Durante nueve segundos,
el viento tuvo un hermano.

Un sueño o Una Bolsa de Súper


Camino por una cueva a oscuras,
llevo una bolsa de supermercado
con un par de anteojos negros
más ciego que yo
una vela sin estrella
y un joystick con el cual me gustaría que Dios me guiara
como esos personajes de juegos
8 bits de música de fondo
a un destino tan cierto como arreglado.
Pero no, el joystick no funciona,
la vela no alumbra
y los anteojos oscurecen un sol imaginario.
Sigo caminando, tanteando los bordes la caverna
y antes de llegar a la profunda verdad,
a la princesa al final del juego,
me despierto.
En el laburo,
mecánicamente embolso la mercadería
antes de cantar el precio y pedir el documento.
En el descanso pienso que acaso la guía,
los joystick divinos, las velas que iluminan fantasmas,
los anteojos que fabrican sombras,
no sirven de nada.
Que sólo cumplen con su función
las humildes bolsas plásticas
que no permiten cargar nuestras miserias
a cuestas


Hiroshima

La plata suelta su carga
en la ciudad que despierta
y se prepara para tomar la foto que pasará a la historia.
Un parpadeo, Hiroshima tiene la magia del Sol en su centro,
es Persepólis saqueada
y Troya, ardiendo en el final de los días
y Cartago, y Tebas,
gritando tan fuerte que tiemblan las montañas y los siglos.
El avión da una vuelta,
y capta el hongo: nube que pregona como un dios malo
que no quede piedra sobre piedra.
Abajo ya no hay nada más que polvo, humillación y olvido.
El resto del vuelo es bastante calmo, y se desarrolla según lo planeado.