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Un Ladrón de Cuerpos (I)

Esa noche,
mientras intentaba escribir,
la petisa tomaba whisky con coca
y le saca fotos a sus botas polvorientas.
Yo no encontraba la forma
de encastrar las palabras,
mezclar la verdad
y convertirlas en ladrillos de las nubes.
¿Y quién te dijo que escribir es eso?
dijo ella,
con las precisa seguridad de las niñas ebrias.
No hay engarce en la poesía,
no hay más que vapores de alcohol,
la palabra es una mentira
rayada con tinta,
medida con acádemico derecho.
Decepcionado,
me senté con ella.
Jugamos con su Nikon
y tomamos lo que quedó del whisky,
ácido y cruel como ella misma.
Cuando dormía
y el gato revisaba sus botas
olvidadas en un rincón,
yo pensaba como robarle sus frases.
Después de todo,
el escritor es sólo un ladrón de cuerpos.

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